«Hace mucho tiempo, muchísimo tiempo, un expedicionario se aventuró en los territorios más inhóspitos de África. Solo le acompañaban sus porteadores. Todos llevaban un para abrirse paso entre la espesa vegetación. Tenían un único objetivo en mente: avanzar rápidamente a cualquier precio.
Si encontraban un río, lo cruzaban en el menor tiempo posible. Si se interponía una colina, apretaban el paso para no perder ni un minuto. Sin embargo, de repente los porteadores se detuvieron en seco.
El expedicionario se sorprendió puesto que solo llevaban unas cuantas horas de marcha. Así que les preguntó:
– ¿Por qué os habéis parado? ¿Acaso ya estáis cansados? Apenas llevamos unas horas de camino.
Uno de los porteadores lo miró y le respondió:
– No señor, no estamos cansados. Simplemente hemos avanzado demasiado rápido y por eso hemos dejado nuestra alma atrás. Ahora tenemos que esperarla hasta que nos alcance de nuevo».
Y tu, vas avanzando dejando tu alma atrás o la llevas contigo?
Esta historia se refiere a la necesidad de contestar con uno mismo y vivir en tiempo.